Cuando tenía doce años la lectura era mi pasión. Siempre recuerdo la emoción inicial de comenzar un libro nuevo, especialmente de un autor que ya conocía y por ende quería ver como me sorprendía (Verne lo logró siempre, otros no tanto). Conforme fui madurando la lectura se volvió parte de mis obligaciones como estudiante, y posteriormente como profesional y profesor. Sin embargo siempre vuelvo a los libros y autores que me entretenían cuando era más joven.
Gracias a las bibliotecas públicas que existen hoy en día en Internet, he recuperado casi doscientos cincuenta clásicos (para no violar derechos de autor) y como si fuera otra vez un jovenzuelo de doce años me he fascinado descubriendo aventuras nuevas que no pude vivir en su momento y que ahora puedo leer. Por fin después de años de búsqueda, Tarzan ha llegado a mis manos, he descubierto que los tres mosqueteros tuvieron una segunda parte memorable y una tercera parte ridícula (al parecer Dumas contrataba escritores a sueldo para que escribieran parte de sus obras y creo que para la tercera parte de sus mosqueteros dejó al inconciente de su hijo –autor de la Dama de la Camelias – que aniquilara el género de los mosqueteros para siempre).
En realidad casi no puedo esperar el momento que mis hijos puedan echarle mano (y ojos) a estos clásicos, y ahí me asalta el pánico: ¿podré convencer a mis hijos del Siglo XXI que leer es una buena idea? Que no es un arte moribundo, sino que realmente es necesario. Mi preocupación viene de la experiencia como profesor, que me ha demostrado que el noventa y cinco por ciento de mis estudiantes, que deberían tener el hábito de la lectura por cuanto se supone aspiran a ser abogados, no leen. No tienen la lectura como pasatiempo. Ignoran quién es Nemo, D’Artagnan, o incluso no conocen a la familia Buendía y ni siquiera fueron capaces de conocer a mi amigo de infancia, vecino de Alajuela y niño problema Marcos Ramírez.
Lo más sorprendente es que dos de mis colegas de la Universidad (con los que tengo una excelente amistad), me han manifestado abiertamente que no tienen “tiempo” para leer cosas que no sean relacionadas con su profesión (aunque en uno de los casos la esposa de uno de ellos estaba leyendo Harry Potter como diversión y preparación para el tiempo en que alguno de sus hijos se le ocurriera leer esos libros).
Admito que la Televisión para mí es un medio fascinante, y que la Internet ha resultado ser tan absorbente como una novela de misterio de Agatha Christie. Pero ninguna de esas dos actividades (las cuales uso y consumo diariamente) me han separado de la lectura recreativa. Pero las nuevas generaciones parece que han abandonado ese hábito, y si algo tengo claro es que los centros de enseñanza (públicos y privados) se niegan a incentivarlo (creo por que los profesores se niegan ellos mismos a leer).
Sólo espero que el ejemplo enseñe a mi hija que puede leer Mujercitas y que es mejor que ver la película y que mi hijo comprenda que nunca habrá mejor interpretación del Corsario Negro que la que él pueda fabricar en su mente. Y para comenzar si me disculpan debo desconectarme para terminar Los Borgia de Mario Puzo, y espero que ustedes disfruten el fin de semana un buen libro.
3 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo en esto de la lectura. En realidad soy un ávido lector que lee como 20 libros al año y trato de meterle ese "gusanito" a mis hijos, al menos el primogénito ya está igual que yo en el entretenimiento aunque por el momento prefiere Narnia, Harry Potter y Fantasyville (horror de horrores !) a los clásicos; espero que el tiempo sea el remedio.
Mierda de mierdas es para mí el no haber nacido con esa "predisposición lectora" de la que usted disfruta.
Mi hermano la tiene, y por eso le tengo envidia jarocha.
Creo que a la fuerza he intentado insertarme ese hábito -- pues estoy convencido de su utilidad -- mas no he sido rotundamente exitoso.
mae hay libros para todo tipo de gente, si a ud no le gusta leer....es porque no ha encontrado el libro que lo deje como loco.
"El Corsario Negro" y todo Salgari marcaron mi niñez...y eso que yo soy de una generacion nuevita...pero mi papá hizo lo mejor que pudo haber hecho para enamorarme de la lectura: nunca me dijo que leyera solo leia y yo lo veia, tambien tenia los libros escondidos lo que hacia que hojearlos fuera toda una aventura.
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