jueves, junio 22, 2006

De artistas y futbolistas

No concuerdo con aquellos que consideran que el fútbol es el opio de los pueblos. No concuerdo porque al menos este servidor no consume ese tipo de opio. Desde hace muchos años comprendí que el deporte profesional es un espectáculo pagado, el cual se consume con el fin de obtener entretenimiento. En ese sentido, el deporte está al mismo nivel que el cine o el teatro. Es consumo disfrazado de algo (de deporte, de arte de lo que sea, pero al final todo es consumo).

Igual me pasa con los artistas que de forma hipócrita afirman que viven del aplauso del público, pero que en realidad viven del cheque de pago (y como pude comprobar hace muchos años el pago del cheque puede aumentar de forma proporcional al grado de comunismo que ejerza el artista, entre más comunista más caro, con lo que los trovadores del pueblo deberían mejor llamarse vividores del pueblo.)

Si lo pensamos bien todo es lo mismo: Espectáculos para consumirse en un plazo de dos horas. Usted va al estadio, paga la entrada (consume) grita, se compra un souvenir del equipo (consume) se desespera, se toma algo (consume), celebra, se vuelve a tomar algo (consume), se enoja y se larga a seguir consumiendo. Eso en resumen es un partido de fútbol entre cualquier equipo. Todo el mundo lo sabe, pero al parecer la pasión por el fútbol es tan importante, que el fútbol no se consume se vive.

Ahora veamos a un artista. Usted llega a la teatro, paga la entrada (consume), comienza a sonar la música, usted comienza a aplaudir, lo más seguro cante con el artista, grite de emoción cuando oiga la pieza más famosa y luego salga del teatro satisfecho del artista, que le ha dado ese placer efímero de dos horas y queda listo para comprar su disco.

Yo fui un fiel consumidor. Yo estuve en los estadios cuando fuimos a Italia. Estuve en los teatros cuando vino Silvio. Estuve en los gimnasios cuando vino Sabina e incluso hay amigos que juran (lo cual niego rotundamente) que alguna vez fui visto en conciertos de Alejandra Guzmán y Thalía. Además voy al cine, de vez en cuando acudo al teatro y toda mi vida de colegial fui miembro de la primera barra brava (y la más temible de todas): La del GLORIOSO LICEO DE COSTA RICA (se les ruega a los lectores ponerse de pie y saludar al estandarte del Liceo)

Precisamente en el Liceo fue cuando me volví apasionado. De los que se deprimen si se pierde la final contra esos "·$%#!!"·$%& y ·$%&/"!#!!!!! del Colegio Seminario. De los que salíamos a dar golpes contra cualquier otra barra. De los que cuando alcanzábamos el campeonato corríamos por el Paseo Colón para ir hasta el kiosco del parque central para ir a cantar ahí el himno del Liceo (por cierto, por si no lo saben LICEO solo es uno, los demás son centros educativos de segunda enseñanza). Eso era fanatismo: El Liceo era Dios y Tuk era su profeta (aclaración, si no entendió esa frase no se preocupe, sólo los liceístas de los 80’s-90’s la entendemos)

La madurez llegó. Y con ella la realidad: El deporte es un espectáculo de consumo. Llegar a un campeonato nacional y ganarlo es algo intrascendente por cuanto al año siguiente va a haber otro campeonato. Así que no se preocupen, dentro de cuatro años estaremos hablando mal de otra selección. Porque por si no lo saben, el mundial se juega cada cuatro años, por lo que podemos volver (la afición se levanta eufórica)

Y un buen día hice la analogía con los artistas y resultó igual: Ellos dan un espectáculo y es probable que si ya lo viste una vez lo verás de nuevo y siempre tendrás que pagar.

No me malentiendan, durante diez años, este cristiano y mi amigo Bernald Vargas fuimos a todos y cada uno de los conciertos de Alux Nahual. Pero recuerdo que al último que asistí (el acústico en el Cuartel), ya no era lo mismo. Estaba claro que ellos estaban allí, que querían tocar. Que las canciones seguían siendo buenas, pero que el mundo no iba a cambiar si me perdía el siguiente concierto… y no cambió. Y me perdí el siguiente… y el de despedida… y el del regreso hace unas semanas.

Lo mismo con Facundo (si lo viste una vez en 1989 es probable que esté cantando y diciendo lo mismo hoy, les garantizo, llega un momento que la historia del tío y la bandera de la URSS deja de ser graciosa). Con Serrat (¿alguien ha notado que si bien las letras siguen siendo soberbias, la música es la misma en todas las canciones desde hace como cinco años?) inclusive con (atención inminente ataque de los camaradas) con Mercedes (su voz sigue siendo maravillosa, pero cuando vas al teatro y vez a un montón de yuppies –tipo Leo Garnier- cantando Solo le pido a Dios te preguntas ¿Y A ESTOS H·$”%&@# DE P%$·()% les importará algo el mensaje?) y para colmo la entrada es carísima y La Negra ya no tiene energía para dos horas. ¿Silvio? En mi criterio el mejor músico con el mejor grupo (Afrocuba) que ha pasado por aquí, pero me pudrió su actitud petulante en los ensayos y principalmente su muy buen gusto capitalista a la hora de cobrar. Si mal no recuerdo, su concierto de 1989 fue tan caro como el de Derechos Humanos Ya (y me refiero al concierto del gimnasio, porque los dos conciertos del Melico fueron CAPITALISTAMENTE CAROS, aunque entiendo que convivió con gente que lo encontró simpatiquísimo).

Comprendo que en este momento, habrá gente que está pensando que es una verdadera herejía poner en la misma olla a Silvio Rodríguez y a Luis Marín. Pero en mi humilde criterio son lo mismo: Usted paga por verlos, o por escucharlos, o por comprar productos relacionados con ellos, y lo que le dejan es una satisfacción vana y temporal. Es decir Consumismo en el más estricto sentido de la palabra. La diferencia es que si Silvio da un mal concierto en Alemania la gente en Cuba no irá al aeropuerto para insultarlo enfrente de su esposa e hijos. Pero incluso ese incidente de ayer en el aeropuerto fue el último acto de consumo de la selección: Fue el primer acto del proceso que nos va a llevar dentro de cuatro años al mundial de Sudáfrica 2010. (por que sí, dentro de cuatro años el balón mundialista vuelve a rodar la afición entra en locura)

Y talvez un día de estos vuelva Silvio, o Mercedes o Serrat. Y tal vez hagan un reencuentro del Adrián y los viejos amigos del Experimental. Y talvez el Liceo vuelva a ser campeón nacional… Un momento… el segundo juego de la final contra Barva es hoy…
Si me disculpan, voy a ir a comprar la entrada… LICEO… LICEO… LICEO…

3 comentarios:

Solentiname dijo...

El mundo no cambió ni ellos tampoco... ir a ver a facundo es igual a oír un disco. El público es como decían en la historia oficial: nada más conmovedor que un burgués con culpa.

Anónimo dijo...

Lo siento, Liceo no solo hay uno, existen varios y muy buenos por cierto, te puedo decir que yo me gradué de uno el LICEO NUEVO DE LIMON, en donde no solamente me dieron un título de bachiller, sino también me enseñaron a respetar a las personas, en donde el director era un amigo, en donde asistíamos a clases sin temor a ser agredidos por nuestros propios compañeros ( como sí sucede en otros LICEOS).

Anónimo dijo...

con respeto a mar, es que el concepto que aca se expone de liceo no es el concepto de liceo como colegio o centro academico, es algo mm como describirlo porque lo que se expone simplemente solo los que estuvimos en el LCR comprenderemoses un modo de ser, de vivir, una hermandad, un sentimiento, ahora bien eso de agredir companeros liceistas mm no recuerdo yo eso en mi epoca de liceo y si eramos la barra mas respetada que cuando llegamos a mas de un lugar se decia ahi viene el liceo, y era respeto total eramos un colegio de armas tomar cuando la situacion lo requeria, cosas que han formado el caracter demas de un egresado y que lo ha hecho util a esta patria querida. me despido con la ultima estrofa del nuestro querido himno al liceo" emprender la mision redentora que en el mundo nos toca cumplir, realizando el magnifico ensueno de una patria mas culta y feliz"
Egresado 1993