Alguna vez leí (creo que un libro de Hawkings explicando a Einstein) que efectivamente los años al pasar se hacen efectivamente más cortos de lo que eran cuando comenzamos a vivir. Tomemos como ejemplo a mi hijo menor que acaba de cumplir un año, en su perspectiva deberá haber esperado a que pasara toda su vida completa antes de que cumpliera dos años. A mi hija se le hace eterna la llegada su cuarto cumpleaños, al fin y al cabo ha esperado el equivalente a la tercera parte de su vida a que llegue la ansiada fecha. Pero para este cura, llegar a mi próximo onomástico sólo me tomará 1/39 de mi vida, por lo que de nada tiene que extrañarme que cada vez que cierro los ojos al volverlos a abrir se ha pasado un mes.
Y por eso me parece increíble que Fernando y yo podamos hacer memorias de más de treinta años para atrás. O que al sentarme con mis compañeros de la U sienta que en realidad fue casi ayer que estábamos en la Facultad.
Siento, como la mayoría de la humanidad, que el tiempo se me está resbalando de las manos como arena y que en ese lapso me estoy perdiendo de cosas maravillosas porque pasan muy rápido. Al fin y al cabo este día para mi representa apenas 1/14264 de mi vida y el de mañana será apenas 1/14265. Y la última hora representó apenas 1/342336 de mi vida y el minuto que les está tomando leer este artículo fue apenas 1/20540160 de mi existencia. Y cada segundo no sólo me hago más viejo sino que lo hago más rápido. Ni el peso argentino se devaluaba tan rápido.