Atrasado en mi entrega mensual de recomendaciones bibliográficas les propongo este mes un par de aventuras de “muchachos” de esas que me gustaba leer en la escuela, me siguieron gustando en el Liceo y todavía las tomo de vez en cuando de nuevo…
Golfos de Bien (Lauro Olmo).
Algo tienen los relatos de la España franquista que me gustan siempre. Olmo nos presenta un relato de una pandilla de golfos, muchachos entre los diez o los doce años, que se enfrentan a su transformación en hombres en medio de una nación que carece de esperanza. El personaje principal Enzo, es un niño serio, en principio de buena familia, que un buen día se harta de la autoridad y huye sin razón aparente más que para ser libre en el único lugar que los niños son libres en la ciudad: La calle.
En la calle, junto con el inseparable “Cabrito”, y una banda de golfos de diversa calañas buscarán pelea, jugarán juegos infantiles, harán guerras de orina usando sus “armas” como cañones y de vez en cuando le harán la vida miserable a “Luisito” o cualquier otro muchacho que les parezca demasiado obediente, demasiado elegante o demasiado insoportable.
El libro nos hace reír pero hacia el final nos deja un halo de tristeza por cuanto sabemos que aquellos jóvenes no tienen ninguna esperanza, van rumbo a la España de Franco, donde la libertad que han gozado morirá pronto.
Lauro Olmo es recordado en España más por su dramaturgia que por su narrativa, y cuando investigaba un poco para este artículo me topé con que su estilo es denominado como socialrealista, palabra que sin lugar a dudas la inventó un profesor de español para desgraciarle este libro a algunos pobres estudiantes.
Si bien el libro es una serie de relatos de muchachos, este no es un libro para muchachos. Se recomienda para preadolescentes.
La Escuela de Don Cato. (Tomás Salvador)
A Salvador (otro español) lo conocí como autor de relatos cómicos en una colección que tenía como personaje principal a un tal Manolo. Por eso cuando tomé La Escuela de Don Cato no me esperaba un relato tan especial, tan lleno de humor y de ternura, donde el autor tiene la facultad de hacerse niño para personificar a los alumnos, de ser adulto cuando pone a hablar al director, y de ser un ángel cuando debe presentarnos a Don Cato.
Don Cátulo (Cato para los estudiantes) dirige una clase de tercero en una escuela innominada, pero que puede ser cualquiera, puede ser del campo o de la ciudad o puede ser la suya o la mía. Según su humilde criterio sus alumnos son los más burros que hay sobre la faz de la tierra, pero los ama tan incondicionalmente que se le olvida de vez en cuanto ese detalle (además se le olvida dar de vez en cuando una lección que sirva para algo). De los estudiantes destaca el Chuta, que es tan cabezón (literalmente) que sólo sirve para jugar y pensar sobre fútbol. Las preguntas y respuestas de don Cato y el Chuta pueden provocar que uno se caiga de la silla mientras lee el libro dominado por la risa.
El libro tiene un par de pecadillos menores: algunos personajes infantiles parecen copias alteradas de los alumnos de Corazón de Amicis. Pero el relato es gracioso, es tierno y es humano. El narrador es uno de los estudiantes, que ya viejo recuerda su escuela. Les dejo el misterio de cuál de los personajes narra la obra (no es el Chuta, de una vez les digo) pero les garantizo un magnífico rato sentado en el aula de Don Cato.
Golfos de Bien (Lauro Olmo).
Algo tienen los relatos de la España franquista que me gustan siempre. Olmo nos presenta un relato de una pandilla de golfos, muchachos entre los diez o los doce años, que se enfrentan a su transformación en hombres en medio de una nación que carece de esperanza. El personaje principal Enzo, es un niño serio, en principio de buena familia, que un buen día se harta de la autoridad y huye sin razón aparente más que para ser libre en el único lugar que los niños son libres en la ciudad: La calle.
En la calle, junto con el inseparable “Cabrito”, y una banda de golfos de diversa calañas buscarán pelea, jugarán juegos infantiles, harán guerras de orina usando sus “armas” como cañones y de vez en cuando le harán la vida miserable a “Luisito” o cualquier otro muchacho que les parezca demasiado obediente, demasiado elegante o demasiado insoportable.
El libro nos hace reír pero hacia el final nos deja un halo de tristeza por cuanto sabemos que aquellos jóvenes no tienen ninguna esperanza, van rumbo a la España de Franco, donde la libertad que han gozado morirá pronto.
Lauro Olmo es recordado en España más por su dramaturgia que por su narrativa, y cuando investigaba un poco para este artículo me topé con que su estilo es denominado como socialrealista, palabra que sin lugar a dudas la inventó un profesor de español para desgraciarle este libro a algunos pobres estudiantes.
Si bien el libro es una serie de relatos de muchachos, este no es un libro para muchachos. Se recomienda para preadolescentes.
La Escuela de Don Cato. (Tomás Salvador)
A Salvador (otro español) lo conocí como autor de relatos cómicos en una colección que tenía como personaje principal a un tal Manolo. Por eso cuando tomé La Escuela de Don Cato no me esperaba un relato tan especial, tan lleno de humor y de ternura, donde el autor tiene la facultad de hacerse niño para personificar a los alumnos, de ser adulto cuando pone a hablar al director, y de ser un ángel cuando debe presentarnos a Don Cato.
Don Cátulo (Cato para los estudiantes) dirige una clase de tercero en una escuela innominada, pero que puede ser cualquiera, puede ser del campo o de la ciudad o puede ser la suya o la mía. Según su humilde criterio sus alumnos son los más burros que hay sobre la faz de la tierra, pero los ama tan incondicionalmente que se le olvida de vez en cuanto ese detalle (además se le olvida dar de vez en cuando una lección que sirva para algo). De los estudiantes destaca el Chuta, que es tan cabezón (literalmente) que sólo sirve para jugar y pensar sobre fútbol. Las preguntas y respuestas de don Cato y el Chuta pueden provocar que uno se caiga de la silla mientras lee el libro dominado por la risa.
El libro tiene un par de pecadillos menores: algunos personajes infantiles parecen copias alteradas de los alumnos de Corazón de Amicis. Pero el relato es gracioso, es tierno y es humano. El narrador es uno de los estudiantes, que ya viejo recuerda su escuela. Les dejo el misterio de cuál de los personajes narra la obra (no es el Chuta, de una vez les digo) pero les garantizo un magnífico rato sentado en el aula de Don Cato.
2 comentarios:
Me podrías dar direcciones a la sección de préstamos, porfa?
Adónde los conseguimos?
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