lunes, abril 03, 2006

¿Cortesía entre Tiburones?

¿Sabe usted porqué en los naufragios los tiburones no se comen a los abogados? Por cortesía profesional. Este es uno de los cientos de miles de bromas que se hacen de mi profesión. Hay que admitirlo, los abogados tenemos mala fama. Los médicos también y sobre ellos existen cientos de chistes de buen y mal gusto, pero al final si usted nos pone en la balanza a ambos profesionales la gente prefiere al médico salvador de vidas que al abogado.

Nuestras profesiones son muy diferentes, nuestra formación es realmente diferente. Ambas profesiones fueron de las que definieron a los gobernantes de nuestro país desde el inicio del período republicano. Por muchos años, ambas fueron las profesiones más respetadas de nuestra sociedad. Hoy gracias a años de biombos, mala praxis, estafas en el Registro, prácticas desleales en procesos y sobre todo, gracias a la superpoblación de profesionales en ambas carreras, la opinión pública tiene un muy bajo concepto de nosotros.

Pero en algo nos diferenciamos. Los médicos, señores abogados, son mejores que nosotros en su conciencia de gremio profesional. Para bien y para mal.

Los médicos respetan profundamente el criterio profesional de su colega (con excepciones, por supuesto), y cuando deben disentir, acuden a eufemismos y palabras elegantes que no dejan dudas de que no denigran al colega, a lo sumo consideran que son formas diferentes de enfrentar un problema. Recuerdo mis clases de Medicina Legal, donde el profesor nos indicaba que él era uno de los menos queridos de su gremio, por cuanto al ser forense debía declarar en los juicios de mal praxis sobre los errores de los médicos (nótese el eufemismo, dejaba en claro que él estaba obligado a declarar por su profesión, dejaba abierta la duda: Los otros médicos ¿no estaban obligados?).

En cambio nosotros, los abogados partimos de una base específica: Si hay una teoría legal hay mil abogados que la respaldan y mil abogados que la contradicen. No dudamos en señalarle al cliente los errores de nuestros colegas, es más los abogados somos felices señalando los errores de otros y demostrando que nuestras interpretaciones legales son mejores que las de los demás. En este sentido, no tenemos conciencia de gremio.

Usted como cliente tal vez aprecie más la capacidad de los abogados para lanzarse de cabeza sobre el cuello del colega, o talvez admire más la lealtad profesional de los médicos. Yo sólo sé que mientras que no se ponga en juego la integridad física y patrimonial del cliente, yo preferiría que mi gremio fuera más como el de los médicos, para proteger mejor la profesión. Y con esto afirmo que mientras los médicos no comprometan la integridad física y patrimonial de sus pacientes deben continuar con su estricto código de lealtad profesional.

Este estricto código tiene un corolario interesante: Los médicos nunca se cobran entre sí. En mi familia hay bastantes doctores, y puedo dar testimonio que incluso los más mercenarios médicos del mercado se niegan a cobrar cuando se dan cuenta que el paciente es colega suyo. Incluso supe de buena fuente de un médico que se enojó terriblemente con una paciente que después de haber sido operada de emergencia en un hospital privado le canceló los honorarios sin informarle que ella era médico y su disgusto era tal que devolvió los honorarios.

¿Tenemos los abogados esta misma regla? Por supuesto. Pero al igual que la de los médicos es una regla moral: está en la moral de cada uno determinar si cobra o no. La inmensa mayoría de mis colegas les dirán que a un abogado no se le cobra. Doy testimonio de ello pues ninguno de mis colegas me ha cobrado cuando he tenido que acudir a sus servicios, aunque la mayoría de las veces he acudido a buscar colegas que además son mis amigos, con el fin de asegurar una carga doble de moral (Señalo eso sí una excepción: En 1995 en Esparza, requería una autenticación de un Poder Especial levantado de emergencia, y una colega no sólo lo autenticó sino que me puso los timbres y se negó a cobrarme a pesar de que no nos conocíamos, ella aplicó la regla a cabalidad y por el ejemplo de ella este abogado aplicará la regla siempre... bueno si vuelvo a litigar).

Por supuesto para toda regla hay una excepción, y la de los abogados es terrible. En las ocasiones en que he tenido que acudir a entidades bancarias para solicitar créditos hipotecarios, he descubierto que los colegas que trabajan para los bancos fueron vacunados en contra de la regla: No importa que mi profesión conste en el expediente. No importa que el día de la firma del documento final vean que somos colegas. Para ellos colegas o no, si el banco dice que hay que cobrar honorarios el banco dice que hay que cobrarlos (y nunca son baratos, se los garantizo).

Ese es el límite de la cortesía entre los tiburones...

3 comentarios:

Oscar dijo...

Ya te lo dije una vez, Vallo. La segunda mejor decisión de mi vida fue resolverme a ver ESOS toros desde la barrera.

Solentiname dijo...

yo no sabía eso que entre abogados no se cobraba... y coincido, es tan desconcertante para el cliente que el nuevo abogado despedace lo hecho por el anterior, que da vergüenza.

Floriella dijo...

Pues yo tampoco sabía de esa regla. Alguien que conozco escribió una vez un cuento donde explicaba que la abogacía era la profesión más vieja del mundo (yo siempre había creído que era otra)