miércoles, noviembre 07, 2007

TV CRIMEN.

Hace rato no acomodo todas las áreas del cuarto, por lo que les traigo hoy un comentario televisivo. En este acelerado mundo de múltiples obligaciones, me precio de tener un sistema de cable que me brinda 98 canales para que sea utilizado en un 98% del tiempo diurno en el canal Discovery Kids, o en Disney Channel o últimamente en Nat Geo y Yo. Por las noches, por lo general uno llega medio muerto a buscar descanso y en los ratos en que no quiero leer sino entretenerme, trato de navegar por todos los canales (en cuestión de segundos) con el fin de desconectar el cerebro un rato viendo alguna película.

Mis compañeros de estudio me recuerdan como una especie de referente obligatorio cuando se trata de recordar cosas de series de televisión antiguas. Por razones que sólo mi memoria puede explicar, soy capaz de recordar canciones de Plaza Sésamo de los 70’s, nombres de personajes secundarios de series de televisión (como por ejemplo el nombre del cocinero de los Cartwright en Bonanza, o que el hijo mayor de la serie era el mismo actor que hacía de médico en Hombres de Blanco que a la vez estaba basada en un personaje de MASH que no podía estar vivo en San Francisco en los 80’s por cuanto en un episodio de MASH de esa década le avisaban a Halcón que Trampero había muerto), o bien recuerdo series que se transmitieron sólo en algunos limitados capítulos pero que marcaron época en nuestra TV (Dr Who, por ejemplo, que en Inglaterra es un icono histórico de la Televisión aquí pasó en los setentas sin pena ni gloria por canal 6).

Hoy en día, ya no veo tanta tele como hace años. Además de haber renunciado a las ediciones nocturnas de nuestros noticieros y negarme eternamente a ver novelas, mi gusto televisivo nocturno ha quedado para un tipo de serie específica: las policíacas. Amante como fui de El precio del Deber (Hill Streets Blues), en los noventa Policía de Nueva York, se volvió parte indispensable de mi vida nocturna los domingos. Hoy en día, soy uno más de los adictos a CSI. O más bien fui.

CSI es la ciencia puesta en práctica para las series policíacas (un método ya utilizado por UnSub, serie de corta duración que transmitió canal 4 en los noventa bajo el nombre Sujeto Desconocido). Los casos de CSI en cualquiera de sus versiones dejan TODO en manos de la ciencia. Y como los gringos en las películas de guerra, la ciencia siempre triunfa. Mientras me iba entusiasmando con la serie me empezaba a hacer falta el elemento humano de la serie policial (y no me refiero a la historia de amor que los gringos meten hasta en los documentales). Me refiero a la labor de pensamiento crítico del policía, que en casos como Columbo o en los 70’s o el detective Cyfuentes en NYPD Blue, era parte necesaria para resolver el caso (y en el caso de Policía de Nueva York unas cuantas violaciones a los derechos humanos ayudaban también).

Hace unos años el cable (HBO) me trajo “Touching Evil” una serie británica, donde el protagonista Dave Creegan seguía primero sus instintos y luego la ciencia para resolver. La serie no era megaviolenta ni gráfica, pero la búsqueda de la verdad, que es la metáfora latente siempre en los policiales, estaba centralizada en la mente de Creegan, el hombre, no el científico. El mismo actor (Robson Green) es el protagonista de una serie que me ha hecho abandonar el barco de CSI: Wired on the Blodd, en este caso, el protagonista (Dr. Tony Hill) es un psicólogo especializado en criminalística, que trabaja con la policía inglesa resolviendo por lo general homicidios. La serie es un acertijo mental que uno va resolviendo junto con el doctor por lo general con un desenlace brutal y doloroso, para todos: la verdad suele venir acompañada de un precio muy alto.

Si está harto de bailar por un sueño o de glándulas mamarias paradisíacas, y quiere una serie de policías que le ponga un poco de suspenso en la noche, le recomiendo que revise su programación y acompañe al Dr. Hill a resolver un crimen. Y si usted es un seguidor de Grissom y sus muchachos de las Vegas, le reto a dejar de lado la ciencia por un rato y métase un rato en la mente del criminal.

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