viernes, septiembre 14, 2007

Septiembre.


Aún recuerdo que en mi escuela el mes de la patria iniciaba el 31 de agosto, fecha en la cual conmemorábamos la promulgación de la República por parte del Dr. José María Castro Madriz. En la Buenaventura Corrales, el mes de la patria era asunto serio, con actos cívicos todos los días hasta el 15, concursos en las aulas para decorarlas e incluso en alguna ocasión, los alumnos de la niña Lidia Lizano hicimos una feria de Centroamérica en nuestra clase, con productos, libros, mapas etc, de cada país centroamericano.

Cada acto cívico era una oportunidad de lucimiento para alguno de los grados que debía organizar todo el acto (y en mi caso de lucimiento personal, en seis años creo haber tomado el micrófono al menos una vez al mes en un acto cívico), pero lo cierto era que TODA la escuela debía meterse de cabeza en la celebración. Mientras tanto, en los barrios observábamos las casas adornadas con los símbolos patrios.

Al llegar al Liceo (recuerden los demás son sólo centros educativos, Liceo, señores, sólo es uno), los actos cívicos de septiembre eran casi tan aburridos como leer el directorio telefónico. Los profesores de Estudios Sociales (una especie de Cossa Nostra que gobernaba el colegio en esos años), se encargaban de que cada acto fuera para el lucimiento personal de un profesor, mediante discursos aburridísimos que además debíamos escuchar en la calle (hoy boulevard), lo que hacía que los muy educados liceístas aprovecháramos el tiempo en cualquier otra cosa. En el Liceo, lo importante no eran los actos cívicos, lo importante era el desfile del 15.

Cuando el desfile del 15 de septiembre se había transformado en un despliegue de bastoneras, minifaldas y bailes coreográficos, los estudiantes del cuerpo de banderas del Liceo, de su escolta, y del cuerpo de banderines, desfilaban (y desfilan) marcialmente. Nunca habrá visto usted a un Liceísta arrastrando la Bandera por el suelo. Nunca los verán usar el pabellón como instrumento de coreografía, nuestra banda en el desfile del 15 nunca va a tocar un mambo (en un partido de basket es otra cosa, pero el 15 nunca). Por alguna extraña razón, este Liceo de estudiantes problemáticos nos enseñó siempre a respetar la bandera y la celebración patria. Por supuesto a Oscar Arias y su pacifismo y a su ministro de Ecuación en esa época siempre les repugnó la idea de que los estudiantes del Liceo fuéramos tan marciales, y así don Oscar se brincó olímpicamente la celebración de los cien años del primero colegio liberal de Costa Rica.

Septiembre era además el baldazo inmisericorde al terminar el desfile después de la asoleada brutal de la mañana. Era además saberse TODOS los himnos patrios sin necesidad de leerlos (como lo hacen los políticos, por cierto piense rápido: ¿qué sigue después de “las cadenas rompió del pasado la que fuera pacífica grey…”), era además identificarse con un país, con un ideal.

El año pasado, dediqué esta fecha a repasar las verdades del hermoso himno al 15 de septiembre, y cómo no veía en los ticos grandes muestras de apego a la patria. Este año la situación es peor, no se ven banderas, no se ven signos. Nadie al parecer quiere sentirse costarricense en septiembre. Hemos dejado de ser patriotas, y los que manejan algún discurso sobre la patria lo hacen por lo general desde la perspectiva no patriótica sino nacionalista (que no es lo mismo).

Creo que en nuestro denodado esfuerzo por diferenciarnos del resto de Centroamérica, hemos terminado perdiendo todo rasgo de identidad nacional, al punto de que nuestra población hoy en día vive bajo una filosofía de consumo absoluto donde soy por lo que tengo y no por lo que soy. Somos ticos sólo cuando vamos al estadio, y siempre y cuando la Sele se acuerde de hacer goles (lo que no ocurre con mucha frecuencia). Así el día de hoy, la mayoría de los padres correrán al salir de sus trabajos para ir con el estrés al máximo a las cinco de la tarde, corriendo por llegar a la escuela o colegio con el fin de ver el farol que le compraron a su chiquito, y cuando suenen las notas del Himno Nacional o de la Patriótica, se quedarán mudos frente a sus hijos porque de alguna formas esas palabras les fueron borradas de su mente.

Yo estaré ahí, de la mano de mi hija, con el farol que ella construyó junto con su abuela, y cuando suenen los primeros acordes cantaré exactamente igual a como cantaba hace treinta años en mi escuela, a todo pulmón y de memoria...

1 comentario:

Unknown dijo...

Debo decir que las actividades de celebración en Barva de heredia, lugar donde se encuentra la escuela donde estudia José Iván mi hijo, han estado excelentes, la gente salió a la calle en todas ellas y además vi como los grandes y los chicos cantábamos con ganas, sentimientos (y de memoria) los himnos patrios, parece ser que en algunos pueblos no tan cercanos a los grandes centros urbanos todavía tienen ese sentimiento patriótico del que podríamos aprender alguito... por cierto, hice una encuesta para saber si alguien en el trabajo, casa y en el círculo de amigos recordaba que se conmemora el 31 de agosto y solo mi madre me dio una respuesta: "el cumpleaños de tu hermana María José" y salí en carrera a comprarle un presente...