miércoles, agosto 23, 2006

La Peri.

Tenía casi quince años de no usar ese servicio y el problema es que estaba mal acostumbrado.

A
pesar de vivir en este mundo donde el automóvil es rey y signo de prestigio, este servidor sigue utilizando, al menos tres veces por semana el sistema de transporte público. Valga decir, el excelente sistema de transporte público (al menos en las rutas que tengo que tomar) que como dije al principio, me tenía mal acostumbrado.

Por lo general mi viaje al trabajo (a las 6:00 am), comienza en un autobús de la línea “Station Wagon” de Alajuela. Cuando abordo el bus, el chofer da los buenos días (o los responde amablemente cuando uno se los da) y tiende a agradecer si uno lleva el monto exacto o bien casos como el del suscrito que por lo general llevo un billete y una moneda de ¢ 10,00 para recibir el vuelto exacto (el chofer agradece este tipo de acciones por cuanto le ahorra el menudo que va a necesitar para dar cambio a otros pasajeros). Adicionalmente, el autobús es cómodo, los asientos agradables y llama de verdad la atención que cuando llega a uno a su parada, los pasajeros (y uno mismo, que para eso es educado) le damos las gracias al chofer por el servicio y le deseamos buenos días, obteniendo siempre la educada respuesta del chofer.

¿Fantasía? No. Todo lo anterior es verdad y me pasa día a día. Lo realmente sorprendente es que el fenómeno se repite con el segundo autobús que debo tomar: El de la ruta Hospital México – La Uruca. Aquí también el chofer da los buenos días, el autobús es cómodo y hay un estricto control de los horarios, por lo que si llego tarde es mi culpa, no del chofer.

En resumen, dos excelentes servicios que vengo utilizando con excelentes resultados por ya dos años tanto en los viajes de ida como en los de vuelta.

Por esos azares del destino, el día de ayer tuve que tomar el bus de la Ruta Periférica (por cuanto requería llegar a los alrededores de La Sabana con el fin de abordar el bus de Alajuela). Pensaba que después de casi quince años de haber dejado de usar sus servicios, el servicio tendría que ser mejor que el que yo recordaba cuando lo utilizaba para ir a la U.C.R. Lo ocurrido lo catalogué como un viaje en el tiempo, al pasado, a cualquier viaje en La Peri en los años 80. No hubo un solo detalle que no se cumpliera.

Comenzando: La impaciencia del chofer. Su trato amargo. Su absoluta indignación cuando en vez de darle la moneda de ¢ 500.00 para que el me diera el vuelto de ¢ 285.00, a este malacostumbrado parroquiano se le ocurrió darle ¢ 515 para recibir ¢ 300.00 (al parecer su matemática funciona mal con los números enteros). Y luego, el típico caso del viejo bus de La Peri: Era relativamente nuevo, pero parecía que lo acaban de usar como unidad de evacuación en Beirut y que cargó en algún momento a Palestinos y Judíos con su respectivo armamento en su interior (y al mismo tiempo mientras discutían de política). Además, algunos de los pasajeros que abordaron el bus en el transcurso del día, al parecer no se habían bañado desde la proclamación de neutralidad de la administración Monge, por lo que el bus olía a zoncho mojado. Los asientos eran más duros e incómodos que un cepo (en esto reclamo algo de complicidad, cuando uno mide 1.96, no debe tratar de sentarse en asientos que obviamente fueron diseñados para los Umpa Lumpas).

Para finalizar, fue bueno darse cuenta que la escuela de manejo de la Ruta Periférica mantiene sus estándares de calidad: El caballero que manejaba la unidad lo hacía con el rencor de Clint Eastwood al final de Unforgiven. Arremetía la carretera con odio desalmado, asegurándose de que su autobús pisara cada fisura, cada bache, cada hueco de a carretera a velocidades de vértigo, sólo para sentir el placer del porrazo inmisericorde en los riñones cada treinta segundos. Las solicitudes de “parada” son consideradas insultos personales que deben compensarse con aceleronazos brutales donde la palanca de cambios y el clutch demuestran que están divorciados desde hace muchos años y que el divorcio no fue nada amigable. Las curvas se toman coleando la unidad como si se quisiera evadir a un batallón de policía que viene abriendo fuego detrás de nosotros (disimuladamente busco a Bonnie, porque es evidente que Clyde viene manejando).

Llega mi parada y literalmente, me lanzo fuera. Al tocar tierra mi cuerpo se siente como un saco de arena que Tyson ha estado usando como campo de entrenamiento. Descubro que por lo menos el viaje ha sido corto, sólo quince minutos en un bus, pero la relatividad de Einstein los hizo parecer tres eternidades en el Averno. Es la primera vez en mi vida que un recuerdo de mi juventud universitaria no me deja feliz.

Casi me arrastro a la parada donde está uno de “mis” buses. El chofer de la “Station”, que ya se iba, me ve venir y pacientemente me espera. Al verme subir me da las buenas noches.

Francamente, casi le doy un abrazo.

8 comentarios:

Adrián Solís Rojas dijo...

No sabés la risa que me ha dado leer este post.

También tengo la particularidad de ser más alto que el promedio de ticos (1,84 u 85, según el humor de la cinta métrica). Y cada vez que me monto a un bus en los que hay que ponerse los tobillos de turbante digo la frase antológica de un amigo de mi hermano, "maldito país de enanos". Aunque yo sí que no tengo escape el bus Alajuela-UCR fue hecho pensando que fueran muñecos de lego los que tuvieran la mala suerte de sentarse allí.

Y es cierto lo de la asombrosa amabilidad de ciertos choferes de "esteichón". Especialmente aquellos que recogen a noctámbulos trabajadores, bohemios o a cualquier parroquiano pasado de copas. Cuando se llega a la última parada siempre está el aviso: "ya llegamos dormilones, bájense que si no me los llevo a Heredia".

Paz dijo...

Curioso. Cuando estaba en el colegio, en los alrededores de San Pedro, la Peri nos parecía el lugar perfecto para:
a. Comer porquerías
b. Contar chismes
c. Estudiar matemáticas
Nos sentamos en el condenado asiento trasero frente a la UCR y dos horas después volvíamos cansados, molidos... pero felices. Probablemente, yo era una de las que hacía tu viaje un infierno. ;)

Matriuzka dijo...

Ahh! qué recuerdos... La Peri...

El inexistente horario es lo que más detestaba (o detesto) de esos buses, sobre todo los sábados cuando había que ir a hacer examen a la U y no había bus de Desampa...

Solentiname dijo...

Yo insisto en que lo deberías enviar al foro de La Nación. Y la primera parte parece que no fuera CR.Nunca me tocó buses con gente decente, horarios puntuales o asientos para nosotros, los privilegiados que superamos los 1.80

djtopo dijo...

semos los colectiveros??, una de les luthiers que siempre he creído que se la dedicaron a la peri...

Humo en tus ojos dijo...

¿cómo no lo ibas a abrazar??? Si es una especie que corre peligro de extinguirse (o de no propagarse que es parecido)

... super gracioso el post!

Marcos dijo...

Creo que solo una vez he viajado en la Peri en toda mi vida pero pude experimentar ese odio del "chofer" para nosotros los pobres viajeros.

Eso sí, no importa el nombre de la ruta del autobús, cuesta encontrar esa cortesía o amabilidad de los conductores... máxime si son rutas cortas en las que los congestionamientos son cosa de cada 200 metros.

Ericjms dijo...

¿Querés conocer tortura? Subite al bus de la ruta Alajuela - UCR.

Hasta yo, que mido menos de 1.70, no quepo. Claro: están diseñados para subir a los habitantes de São Paulo en hacinamiento.